25/5/10

Nélida, segunda parte




Hoy, 25 de mayo, Bicentenario argentino de la Revolución de Mayo (1810/2010), aquí la segunda parte del Apunte sobre Nélida de Miguel, una de las primeras legisladoras de la historia nacional…(link aquí (Nélida 1) de la primera parte)

Capítulo 2: ¿Donde estás?

Hacia tiempo que la CGT de José Espejo metía presión para que Eva Duarte integre la fórmula presidencial en la reelección de su marido, Juan Perón. Los sindicalistas estaban en todos los detalles y eran los mentores del denominado Cabildo Abierto del mes de septiembre de 1951. El escenario se armó en los mismos lugares que ahora son por los actos del Bicentenario de la Revolución de Mayo.
Ese día, Eva y la multitud presente sintieron emociones encontradas y desencontradas. Contra el reclamo popular, la Primera Dama terminaría desestimando la candidatura a vicepresidenta.
Nélida de Miguel, su fiel colaboradora, asegura que Eva no renunció. Que deseaba el cargo, solo que algunos sectores de las fuerzas armadas no iban tolerar una mujer de vice. Había que cuidar a Perón, porque ella, Eva, su esposa y compañera, estaba muy enferma. Nélida formó parte de sus cuidados sanitarios. Al morir Eva, su lealtad continuó. Así, Nélida se encargó durante toda jornada del velorio de limpiar la tapa de los vidrios del cajón. Comenzaba el trabajo de momificación del médico español Pedo Ara.
Nélida siguió con sus tareas en la Fundación. El gobierno no estaba en su mejor momento y el sector más represor de las fuerzas armadas aprovecho para dar la estocada. Para los enemigos, la vida no importaba nada. Los bombardeos de 16 de junio de 1955 dejaron centeneras de muertos. Nunca pasó ni volverá a pasar algo así en el mundo occidental. En esos tres meses que irrumpió la llamada Revolución Libertadora, el golpe sorprendió a Nélida en su flamante banca de diputada Congreso de la Nación. Comenzaba la casa. Pedro Aramburu era el amo y señor del odio hacia los peronistas. El cadáver de Eva Perón fue robado de su eterno reposo en la sede de la CGT. Nélida comenzó a formar parte de la Resistencia, junto a otros peronistas, como Enrique Oliva. Nélida no soportó más y se presentó ante el Servicio de Informaciones de Estado, comandado por el número uno de los que detestaban la figura de Eva, Carlos de Moore-Koenig.“Así que usted es la famosa Nélida de Miguel”, cuenta Nélida que la recibió ese militar al que le saltaban por todos los poros el odio hacia Evita.
Venían los meses en la cárcel en la provincia de Tucumán y los años duros.
El levantamiento de Juan José Valle despertó en Nélida todas las ilusiones. Los fusilados de 1956 sin proceso alguno se encargaron de apagarlas. Nélida resistía y aprovechaba para pegar fotitos de Perón y Eva en los vasos y tazas de las confiterías y bares de toda la Capital Federal.
Nada se sabia del cadáver. Nélida fue a hablar con el entonces secretario general de la CGT, Hugo Di Pietro. Pasaron los años, más tiempo. La cara del desprecio a los peronistas, Pedro Eugenio Aramburu, fue ejecutado en 1970. Fue el propio ex dictador quien confesó que desconocía donde estaba el cuerpo, que sólo ordenó darle sepultura cristiana. Nélida junto a otras mujeres pidió una audiencia a Roberto Levingston que estaba a cargo del Ejecutivo. 300 mujeres fueron a Plaza de Mayo. Nélida se armó un cartel enorme que decía “¿Dónde estas?”; abajo decía Centro Eva Perón, que en realidad no existía. Los gremios empapelaron toda la ciudad Capital y parte de la provincia de Buenos Aires. Nélida consiguió que Levingston se saque una foto con esa leyenda “¿Dónde estas?”. La mayoría de los diarios y revistas de la época la publicaron. Finalmente, el 3 de septiembre de 1971, los restos de Eva a Perón volvieron a la Argentina. Comenzaban los años de luchas y revanchas…(esta historia continuará)

19/5/10

Nélida, primera parte



El 7 de marzo de este año, un matutino argentino de tendencia oficialista, publicó un reportaje a Nélida de Miguel, una de las primeras diputadas nacionales de la historia, tras la sanción de la ley del voto femenino en 1947. Esta mujer trabajó al lado de Eva Duarte y fue testigo y protagonista de los tres gobiernos de Juan Domingo Perón.
Con 90 jóvenes años recién cumplidos, Nélida sigue igual, inmersa en el presente y guiada por sus fuertes recuerdos como la relación con Eva, su cariño por el padre Carlos Mujica y su admiración por Ramón Carrillo.
Nélida vive en un departamento de la calle Matheu, barrio Congreso de la ciudad capital argentina.
Este Apunte, dedicado a una luchadora, para una mayor comprensión y comodidad, fue bifurcado en tres capítulos. Aquí, el primero, de esta gran mujer política argentina.

Capítulo 1: “Soy de Eva”

Antes de convertirse en una de las primeras legisladoras, Nélida trabajó junto a Eva Perón durante años en la Secretaría de Trabajo, luego elevada al rango de Ministerio. Fue diputada nacional por la Capital Federal, en 1954 hasta el golpe del año siguiente y concejal porteña en 1973 hasta el genocidio de 1976.
Nélida a penas superaba los veinte años cuando un terremoto hizo tronar a la provincia de San Juan en 1944. El cine tenía de estrella a Libertad Lamarque, pero una jovencita María Duarte asomaba en las novelas. Por ese entonces, Nélida era jefa de personal en el Malbrán con 400 trabajadores a su cargo entre enfermeros y médicos. Si bien venía de familia socialista, le fascinaban los discursos que Perón pronunciaba desde la Secretaría de Trabajo.
Ese mítico 17 de octubre de 1945, obreros del sindicato del gas desfilaron rumbo a la Plaza de Mayo. Nélida no dudo y se sumó a esos caballeros del trabajo. No era común ver mujeres en la calle militando.
Nada siguió igual para Nélida quien adoptó la causa de Perón como propia, colaborando en el armado de Partido Laboralista junto a Cipriano Reyes. Así, Perón venció a toda la oposición y se convirtió en presidente argentino.
Por militar en el “peronismo”, Nélida tuvo problemas con su superior en el Malbrán, el conservador Alfredo Sordelli, quien la confiscó en el serpentario. Enojada, Nélida llamó a Yeye Ricarde, la secretaría privada del flamante ministro de Salud, Ramón Carrillo, quien a los pocos días la recibió en su despacho.
“Doctor, le dije, ustedes conmigo están cometiendo la primera injusticia peronista”, sentenció la joven Nélida ante la mirada fulminante de Carrillo, quien le pedía que cese su actitud en el Malbrán.
Pronto habría novedades. María Duarte de Perón, ahora al frente de la Secretaría de Trabajo, la recibió y le dio una tarea: ayudar a resolver los problemas de los argentinos, clasificando los pedidos por enfermedades, por trabajo, por pedido de empleos, por angustias. Luego, esa información era preparada para los viajes que hacían Perón y Eva por el interior del país. Nélida también formó parte, tras la sanción de la ley del voto femenino, de censar a miles de mujeres, convenciendo a esos maridos, muchos de ellos, esposos golpeadores. Dos años después, se reforma la Constitución Nacional, otorgando más derechos para la mujer. Así, culmina años de revindicación, iniciada por mujeres como Alicia Moreau de Justo (Doc9) y Julieta Lentieri. También, Nélida ayuda en la flamante la Fundación Eva Perón…pero la Primera Dama (Doc9) comenzó a sentirse mal, estaba mortalmente enferma y Nélida fue una de las primeras personas en saberlo. El peronismo estaba en su apogeo y la salud de Eva era un secreto total...(esta historia continuará).

13/5/10

Declaraba y me iba


Algunos le pegaban hasta hacerlo desmayar. Otros, directamente lo torturaban. Sumergían sus manos en agua hirviendo. La espalda, a veces, era sometida a palazos. La cara, picada con quemaduras de cigarrillos. El cuerpo, desnudo, mojado por horas en agua helada
Para el final de los años sesenta de esa Argentina, la violencia política comenzaba a tomar el color de la muerte. El mayor movimiento político, el peronismo, estaba prohibido desde hacia más de diez años. Otro argentino, un tal Ernesto Guevara, conocido como el Che, acomodaba su revolución cubana. El mundo repudiaba la invasión estadounidense a Vietnam, mientras crecía el mito del hombre en la Luna. En la Argentina, el sindicalista de la UOM, Augusto Vandor era asesinado, y su heredero natural, José Rucci (Doc9) correría la misma suerte tiempo después. Atrás quedaba el Cordobazo y la muerte de Aramburu (Doc9), ejecutado por un grupo nuevo, denominado Montoneros.
Si la violencia se paseaba por todos lados, porque iba a ser ajena a ese pueblo de San Javier, en la provincia de Santa Fe. Cada vez que había algún robo, una pelea callejera, la policía local se lo llevaba a él, al hermano de Carlos, alias el Negro y lo molían a palos. Carlos también cobraba, sin proceso alguno, sin presencia de abogado defensor. El Negro siempre repetía: “Declaraba, y me iba”. Creía que el método era ese, “declarar e irse”. La policía siempre cumplía el mismo esquema. Alguna sospechabilidad de algo ilícito, caían Carlos y más su hermano menor, aunque nunca cometieron delito alguno.
De una familia muy humilde de cinco hermanos, estos dos siempre ligaban por la “cana”. Carlos, que era bueno con las manos, comenzó a practicar boxeo en el gimnasio del club del pueblo. El destino quiso que su camino se cruzara con el buscador de talentos boxístico, Amílcar Brusca y luego con el redentor del mítico estadio deportivo porteño Luna Park , Juan Carlos Tito Lectoure.“Declaraba y me iba”. El boxeo abrazó a Carlos, quien comenzaba a perfilarse como el gran campeón, el mejor pugilista argentino de todos los tiempos. Carlos Monzón obtuvo el título mundial frente al italiano Nino Benvenuti y el récord de 14 defensas contra los grandes boxeadores de la época. Carlos entraba al podio de los elegidos como Diego Maradona, el tenista Guillermo Vilas y el piloto Juan Manuel Fangio. Si bien tuvo una carrera brillante, nunca olvidó a esos policías corruptos que lo violentaban a él y a su hermano.
En 1988, hacia once años que Monzón era un boxeador retirado invicto. Conocía la farándula y había sido el novio de la diva Susana Giménez. Ese año, llevaba tiempo invertido en su pareja con la modelo Alicia Muñiz. Fruto de ese amor, había nacido su hijo Maximiliano. Carlos tenía 45 años. La relación con la Muñiz no estaba bien. Para el mes de enero de ese año, la modelo estaba con su retoño en la Capital Federal y Monzón en su chalet de Mar del Plata. Dicen que Alicia tenía una particularidad a la hora de amar a Carlos. Gozaba, con la violencia carnal, sacando lo peor del campeón. La fama de semental, Carlos la tenía desde tiempos de la Gimenez, en la filmación juntos de la película La Mary. Parece que en febrero de ese año, a Carlos se le fue la mano, en medios de la cantidad insultos para violentarlo y calentarse, estranguló a Alicia y la tiró del balcón.
“Declaraba y me iba”. Volvió a creer Monzón antes el juez. No fue así. Duros meses de prisión preventiva, lo esperaban en la dura cárcel de Batán. No había VIP para el campeón. Los “porongas”, como son llamados en la jerga carcelaria los reos más duros, lo esperaban sedientos de probar la carne del ex campeón. Monzón no durmió por semanas. Temía ser violado, ultrajado. Nunca pidió clemencia ni al juez, a sus abogados o los guardias. El recuerdo de los policías correntinos era difícil de olvidar. La memoria sabe a veces más que uno mismo. Carlos sólo confiaba en lo mejor que tenía. Sus puños.
“Declaraba y me iba”, un testigo improvisado por el azar, el cartonero Baéz, sentenciaba la suerte del ex campeón. Monzón fue condenado a once años de prisión por homicidio simple.
“Declaraba y me iba”. Carlos Monzón fue el mejor en boxeo, porque tenía entre tantos cosas, un temple único. Esa misma personalidad de ring, lo convirtió en líder de ese pabellón carcelario. Uno a uno, mano a mano, con esos mismos ganchos, rectos, jabs, upper kout, que lo llevaron a la gloria, fajó a cada uno de quienes lo desafiaban. Monzón era el más “poronga”.
Tras cumplir un tercio de la condena, en enero de 1995, Carlos, a bordo de un destartalado Renault 18, volcó en Los Cerrillos, a cuarenta kilómetros de la ciudad de Santa Fe, en esa provincia que lo vio nacer.
Una multitud despidió al mejor boxeador argentino de todos los tiempos. “Declaraba y me iba”; en el Apunte, un recuerdo que husmea a Carlos Monzón, el mejor boxeador (Doc9) argentino en la historia.